jueves, 7 de octubre de 2010

Mi trocito

Hay un lugar que sólo yo conozco.
Aunque este ahí, dónde todo el mundo puede verlo.
Es más, existía antes de que yo lo descubriera pero creo que nadie se dió cuenta de que era un paraiso escondido, un pedazo de la inmensidad.
Al principio, ni siquiera yo lo imaginaba allí, tal vez porque no es una calle, ni una plaza, ni se encuentra en ningún enclave geográfico. No tiene parada , ni dirección; no es un lugar al que puedas llegar facilmente y del que sea sencillo marcharse.
Y es que es un pequeño paraje de apenas un centimetro cuadrado que se alza tímidamente por encima de la comisura de los labios del príncipe. Justo un punto al oeste del surco central.
Aunque reducido, en él se guardan todos los besos que aún no nos hemos dado y fue el principio de todos los que ya tuvimos.
Suelo salirme de sus límites con facilidad, en ocasiones me pierdo y al mirarlo siento celo de que alguién lo hubiera visto antes y en algún momento de su vida hubiera campado a sus anchas por aquello que ahora es mio. Por eso he decidido plantar bandera en la cima, no sea que algún otro viajero de paso confunda su destino.
Nada lo cubre,pero si estoy delante no puedo ver más allá, ni siquiera los ojos del principie y si estoy lejos, no hago más que recordalo.
¡Que sabe a fresa y a sandía...!
Poco a poco he descubierto que tiene dependencias por todo el cuerpo, una en el cuello, otra en el hombro, otra en la muñeca, y juraría que alguna más dónde aún no me he atrevido a viajar.
Me siento a gusto en mi paraje, puede que algún día solicite un permiso o una cédula de habitabilidad y viva, para siempre, en los labios del príncipe.